Según la pequeña Yoni, no entiendo nada. Según mi señora madre, entiendo pero me hago el zorro. Según la señora Bigud, entiendo, sí, pero deformo las cosas de acuerdo a mi conveniencia.
Presento en esta ocasión, como habrán ustedes podido observar, tres visiones diferentes. Tres visiones de tres generaciones. Tres visiones de tres mujeres emparentadas conmigo por sangre, por ley o por elección. Tres visiones tres. En cualquier caso el asunto parece hallar un centro en la comprensión de los hechos, a todas luces evidentes. Una compresión que yo ignoro, oculto o manipulo en orden a la obtención de un beneficio que, hábilmente, sustraigo de la vista del enemigo.
Ahora bien, ¿qué es lo que debo comprender? No lo sabemos. No tenemos la más pálida idea. Ni siquiera podemos echar mano a esa infaltable ‘punta del ovillo’ que suele hacer las delicias de los más famosos detectives de ficción. De hecho el ovillo es, en este caso, una figura caótica e indescifrable, sin puntas, vértices ni aristas. Y por lo tanto el asunto se torna difuso, apareciendo de inmediato esa injusta presunción de mala voluntad ante el evidente contraste entre la expectativa y la acción.
Resulta obvio a los ojos de cualquiera que para que haya comprensión debe existir, como mínimo, un objeto comprendido. Un hecho de la naturaleza, un acto o un estado de cosas. En síntesis, algo sobre lo cual ejercer la acción de comprender. Por lo tanto será cuestión de redoblar el esfuerzo para dar una respuesta más o menos lógica al problema que nos ocupa.
‘¿Y entonces?’, preguntará usted, que en este preciso instante debe responderle a su mujer si estaban ricas las milanesas de soja con puré de calabaza.
'Entonces tómese un minuto’, responderé yo. Aquí estamos en pleno desarrollo de un argumento, y todo el mundo sabe que no se pueden apurar los mecanismos del pensamiento sin deformar en forma irremediable la conclusión.
Tratemos de razonar.
Sí, ya sé. No se me asuste. Le veo la carita de pánico y deduzco que caerá sobre mis hombros la responsabilidad de arrojar a la mesa una primera idea.
Decía entonces, tratemos de razonar. Al no poder brindar una respuesta convencional a la pregunta acerca de la materia sobre la cual debemos comprender, será menester recurrir al ingenio y la improvisación.
¡Saque esa cara de pánico de una vez, caramba! Ya le dije que seré yo el que aporte el ingenio y la improvisación. Usted solo debe guardar silencio y escuchar.
Como no surge a las claras un hecho de la naturaleza, un acto o un estado de cosas, se me ocurre que estamos frente a un modo de interpretar el universo circundante. Eso es lo que debemos comprender: Un modo de interpretar el universo circundante. Un modo paranoico, prejuicioso y parcial de interpretar el universo circundante.
Ahora permanezca sentado y trate de mantener la calma. Le tengo una mala noticia: Ese universo circundante tiene nombre y apellido. Ese objeto de interpretación, por cierto bastante detallada y exigente, no es ni más ni menos que usted. Y por lo tanto su obligación pasa por comprender esa interpretación sobre su persona y proceder en consecuencia, evitando (en lo posible) que acaben apuntándolo uno o varios índices acusadores.
¿Cómo dice?
No, no se puede rechazar la condición de universo circundante sin dejar de ser un ente –precisamente- circundante. Tiene que lidiar con eso o cambiar de galaxia.
¿Qué?
No, mire, hasta acá llega lo mío. No puedo recomendarle un procedimiento cien por cien efectivo. Cada universo circundante es único e irrepetible, y tiene sus propios problemas. En todo caso le sugiero manejarse como se indica en la página uno del manual: Monosílabo. Y no agregue nada a menos de que sea absolutamente imprescindible.
No, por favor, faltaba más. De nada. Ahora vaya, lo llama su mujer. Elógiele esas milanesas de soja.
¿Qué pasó?
¡¿QUÉ LE DIJO?!
¡¿POCA SAL?!
Usted es un universo circundante de lo más inútil. Bien merecida tiene la interpretación que le tocó.
Tengan ustedes muy buenas noches.
PS: Estoy sin internessss en casa. Supongo que esta noche recuperaré la conexión, y Dios mediante podré comenzar a visitar y responder. Hasta entonces, muchas gracias por la paciencia.